Todas las noches,
cuando la monotonía se pone su disfraz de grillo y dedica
una sinfonía solitaria a los que sufren de insomnio, yo abro los ojos y juego
con tu recuerdo.
Juego a imaginar que estás aquí y de puntillas y en silencio
bailamos la melodía que bailan los enamorados.
Si pudiera decirte que pienso en ti todas las noches,
estoy segura de que no estaría aquí tan solitaria, ni tú
allá con los brazos vacíos,
ni seríamos dos entes dispares y distintos,
seríamos uno, sin dejar de ser dos.
Si pudiera decírtelo,
si pudiera controlar el sudor de mis manos, el temblor de mi
voz, y en lugar de solo mirarte en silencio desde mi rincón, te describiera
esto que me punza en el pecho y pide a gritos escapar,
estoy segura de que reinventaríamos el fuego,
haríamos lo indecible en las nubes,
me bañaría en tu ombligo,
y escalaría tus besos mientras duermes.
Si pudiera decírtelo, si no fuera tan torpe y lograra
erradicar el color rojo pena de mi rostro, te vería sonreír y se encenderían
luces color violeta y la brisa matinal tendría sabor a chocochips.
Pero...
Pero no puedo. Quizás no debo.
Temo equivocarme, temo perder ese aroma tuyo
que guardo en el rincón violeta de los recuerdos,
ese beso tan ligero que apenas puedo recordar.
Temo perder lo que no tengo, ironía o pendejada la mía,
pero eso me impide decir lo que siento,
aunque por las noches me sofoque,
aunque por las mañanas me atormente.
Me conformaré con saberlo yo
y con saborearte a la distancia,
con los ojos,
con la mente.
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