Al despertar intenté pronunciar en voz alta tu nombre:
El resultado: un eco sin voz un gemido en silencio
mientras redoblaban en mis oídos cien tambores mudos.
Me incorporaba cuando me escuché hablando en
la habitación contigua.
Del asombro salí corriendo, tropezando con las sábanas.
Me encontré charlando muy animada con una voz
que se me antojó desconocida.
Me acerqué y le reclamé a jalones el haberme abandonado
-de una forma ventajosa- mientras dormía.
Se rió de mí y pronunció tu nombre mil veces hasta que
tomé la aspiradora y poco a poco su murmullo se fue
desvaneciendo. Invertí la dirección del aparato y entonces
pude pronunciar tu voz.
Al cabo de unos minutos sentí unos golpes fuertes en
el estómago "en la madre...!"-pensé-. Fui al espejo,
abrí la boca y (¡Oh, cielos!) salió disparada la voz
hacia la pared del frente, dio un ágil salto y
echó a correr hacia la calle. Intenté gritar -obviamente
en vano- y corrí detrás de ella.
De pronto la perdí de vista.
A lo lejos te vi venir.
Tenías una caja de cristal rosa en la mano.
Extendiste la mano, abrí la caja y ahí estaba
mi voz diciendo: TE AMO
No hay comentarios:
Publicar un comentario