23.10.11

La historia de Mar y Luis (parte I)

Eran las 3:00 a.m. y Mar seguía sin poder dormir.
A su lado Luis roncaba como un león.

Ella lo amaba desde aquella vez en que lo vio pasar por su oficina, con su aspecto tan fuera de lo común y su pinta de misterio. 
Después que comenzaron a charlar y las salidas se fueron dando, aquél ser tan extraño logró enamorar, cegar y embelesar su corazón... Cierto era que él no creía tanto en esto, pero ella trataba de demostrarle su cariño de todas las maneras que conocía para hacerlo, y al parecer no lo estaba logrando. 
Habían estado juntos el día entero. También habían discutido y esto era lo que no la dejaba dormir. Luis le había dicho que no podía estar con una persona que no pudiera comprenderlo y ella le había respondido que tampoco podía estar con alguien que no sentía nada al verla desnuda. Él se sintió incomprendido y ella se sintió defraudada. Con él había vivido su primera vez y sentía que ese acto de entregarle su cuerpo espiritual y carnal no había sido como merecía serlo; esperaba estrellas de cien colores y fuegos artificiales, pero sentía que él sólo la había usado para satisfacerse sexualmente, cosa que, en parte, también la había tenido en estado zombie durante algunos días y con humor de perros. Estaba decidida a no volver a hacerlo, se lo había prometido a sí misma, pero siempre la situación volvía a envolverla.

Se incorporó a ver el reloj: eran ya las 3:51 a.m. y pronto tendría que marcharse a trabajar. 
Le gustaba su trabajo, pero era demasiado estresante tener que lidiar con cientos de llamadas de clientes quejosos y malhumorados, pilas enormes de pedidos, comida insípida, problemas en todos los departamentos y gritos estresados de todo el personal. Al salir podía estar con él de nuevo, refugiarse en sus brazos y olvidar el dolor, y eso era lo único que la mantenía con vida en la oficina, si no fuera por él, ya habría mandado al carajo a todos.

Luis dejó de roncar.
Mar se dirigió al tocador. El agua estaba helada, pero un poco de ella en su cabeza serviría para despejar la mente y poder dormir un poco.

Regresó a la cama y se cubrió con las sábanas, esperando conciliar el sueño.
Cerca de las 6:00 empezó a entrar a un sueño delicioso. Pronto sonó su despertador y saltó de la cama. Luis seguía profundamente dormido. Cada vez que lo miraba durmiendo, su corazón se removía inquieto y le inundaban unas ganas gigantes de abrazarlo como a un osito. Lo amaba tanto. 

Puso agua en la tetera y se metió a bañar. 
Las burbujas le conferían un efecto especialmente tranquilizador al baño y pronto se sintió mejor. Salió cuando el agua hervía y la tetera comenzaba a silbar. Preparó un café y lo sirvió en un termo.
Su día en el trabajo fue de mal en peor. No conseguía apartar de su mente el recuerdo de Luis y sus jefes le hicieron notar su distracción a través de una serie de gritos y reprimendas. Un cliente llamó para quejarse de su falta de atención, a lo cual le siguieron más gritos.

Por la tarde llegó a casa cansada. Luis había salido dejando una nota verde pegada en la puerta del frigorífico: "Fui a casa del 'piggy', no tardo. Te Amo".
Esta era la tercera vez en la semana que lo hacía, sin mayor explicación. 
Encendió el coche y se dirigió a casa de Beto. Él era un amigo mutuo que conocieron años atrás, vivía a escasas 8 cuadras de la suya y siempre les había brindado su apoyo incondicional en sus momentos de crisis, era un buen amigo. Tocó y abrió el mismo Beto, la invitó a pasar y le preguntó si nuevamente tenían problemas. Ella le preguntó que si acaso Luis no le habría contado ya y él le dijo que tenía semanas de no verlo. Mar sintió una punzada en el pecho y una oleada de sentimientos encontrados que la mareó hasta el punto de vomitar sobre el sofá a rayas que recién estrenaba. 
Avergonzada, se disculpó y trató de limpiar. Él le dijo que no se preocupara y se ofreció a llevarla a casa. Ella lo rechazó y salió de ahí rechinando las llantas. 
Al llegar vio que en su apuro por salirse a no sé donde, Luis había olvidado el celular en la mesita y husmeó y leyó decenas de mensajes dirigidos a un número que ni siquiera tenía registrado entre sus contactos, pero que ciertamente conocía, por la familiaridad del trato. ¿Porqué hacía eso? ¿Era por eso que no sentía nada al estar desnudos sobre la cama intentando maniobras para lograr nada? ¿Que había detrás de todo esto?

No la sorprendía el hecho de no haberlo encontrado ahí, pues intuitivamente ya lo sabía, ni le dolía el hecho de que le hubiera mentido ni hecho cosas a sus espaldas, sino que estaba quebrantando el último cristal de confianza que había entre los dos y nunca más iba a poder confiar en él ciegamente. Y además, esto ya era mucho.

Comenzó a guardar todas sus cosas en maletas y cajas.
En eso estaba cuando llegó Luis y le empezó a contar cosas alegres -obviamente no tenía ni idea de nada-, que si Beto, que si fue y que vino, que si esto, que lo otro. Ella no lo escuchó y fue a la recámara. Aún quedaban unas cosas ahí. Él fue detrás suyo preguntando ¿qué pasa? ¿porqué estás así? ¿qué tienes?. Ella le devolvió una mirada de mudo reproche y en sus ojos se leía la decepción y el dolor que le causaba. Él pareció no verlo pues continuó el interrogatorio.

Mar se acostó a dormir, dejándolo hablar y poco después él se acostó también.
Una hora después, ella dejó su anillo al lado del reloj despertador. Un beso en los ojos cerrados de Luis. Y una lágrima sobre sus mejillas. Él sólo se removió un poco, sin despertar.
Antes del amanecer, sus ojos miraban campo y más campo mientras el coche tragaba millas furiosamente, como si quisiera huir del mismo viento.
Cuando el sol asomó sonriente detrás de las montañas, ella estaba a cientos de kilómetros de aquél lugar. "Aquí se respira magia"- pensó, mientras daba otro sorbo a su humeante bebida.
Lo extrañaba y lo amaba, pero no sabía si era digno de tales sentimientos.

Afuera del establecimiento un letrero colgante anunciaba: "BIENVENIDOS. Moonlight Café. -Tuxtla- "

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