
La lluvia danzaba en el ventanal y las gotas se estrellaban tratando
inútilmente de asirse del cristal para no caer. Yo observaba su frenético esfuerzo cuando de pronto, sin previo aviso,
algo tocó a mi puerta.
No esperaba a nadie así que me pregunté quién estaría llamando
a estas horas de la noche.
Abrí la puerta y era ella.
Me vio y se iluminó su rostro -si así puede llamarse al ligero destello de alegría en sus ojos y a la pequeñísima sonrisa torcida que se dibujó en sus labios-. Me dio un largo y cálido abrazo, y un beso en la mejilla. Traía en la mano un delicioso mate amargo que de inmediato me ofreció.
Tenía tantas ganas de volver a paladearlo, que me olvidé por
completo de mi acompañante mientras sentía su sabor danzando en mi lengua.
Me habló de mil cosas: me actualizó sobre las antiguas compañeras de charlas
melancolía, depresión y soledad. Me dijo que estaban muy bien, que me extrañaban bastante, que deseaban pasar a visitarme un día de estos,
que ya me veían muy distinta, que pensaban que la amistad había
terminado, que ellas me querían tener como antes, que...
Sentí vértigo y una oleada de viejos sentimientos. Mi cabeza comenzó
a dar vueltas, dentro de mi se agitaban a toda velocidad cientos de imágenes desoladoras, las manos me sudaban y en algún momento creí
que empezaría a vomitar...
Ella seguía con su charla fastidiosa.
Bah!
No quise oírla más y la eché a empujones por la ventana mientras protestaba
y se defendía sin éxito. La oí caer del otro lado. Eché el pestillo a la ventana y corrí la cortina.
La luz temblorosa de la calle me dibujó su silueta alejándose lentamente.
Tomé un papel y le escribí una nota:
"Tristeza, hoy quiero decirte que tal vez eres una amiga entrañable,
que quizá algún día, enloquecida, salga a buscarte por las calles gritando tu nombre,
que es posible que te llame cuando tenga ganas de verte... Que a veces ciertas situaciones
me recuerdan nuestras eternas charlas de antaño con cientos de pañuelos, lágrimas y
escritos sobre ti y las demás, que en ocasiones te veo detrás de mi sonrisa, detrás de los
ojos que me miran fingiendo ser otros... que te quiero, pero...
pero por favor no me visites más, hoy estoy muy bien sin ti".
La doblé en cuatro partes y la eché por debajo de la puerta.
"Por si piensa volver" -me dije.
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