20.10.11

La Calavera del Night Club

A la orilla del camino sólo alcanzo a ver el letrero polvoriento y desvencijado de neón que anuncia "Night Club" en letras rojas y vacilantes.
A falta de otro lugar para orinar y calmar un poco la sed en medio de este desierto, me orillo y aparco el coche.
Antes de bajarme escucho unos gritos dentro y el ruido de unos vidrios al estrellarse en el suelo. Más gritos. Un minuto después dos tipos enormes sacan a rastras a un hombre con la camisa llena de sangre y la cara hinchada, lo tiran en el exterior y vuelven a entrar, profiriendo risas y cientos de blasfemias. Uno de ellos parece que está drogado y va escupiendo algo parecido a espuma color verde limón.
Me bajo del coche y me acerco al hombre herido. Está vomitando y todo su cuerpo se estremece mientras en su rostro manchado de sangre se dibujan gruesas muecas de dolor, trato de ayudarle a incorporarse cuando alguien me aparta brutalmente y se lleva en brazos al pobre hombre. Volteo para ver quién era y sólo veo una silueta oscura adentrándose entre la maleza sin hacer el menor ruido.
"Qué extraño" pienso y sin apartar la vista de la negra oscuridad entro al lugar.
Es un lugar sórdido, oscuro, con olor a rancio y orines. En algunos rincones se ven borrachos tirados, que nada importan a los que aún beben.
Unos ríen y cantan, otros semi-dormidos babean recostados sobre las mesas.
Varios tipos de un rincón me quedan mirando con cara de pocos amigos y uno de ellos -era uno de los dos que vi afuera minutos antes- se levanta y me señala con el dedo: -"Eh, tú! ¿Se te perdió tu novio? Pues aquí no está, acaban de irse unos morros 'orita con unas putas, ve y búscalo al Treasure...".
Otro hombre que estaba en la barra mirando se incorpora y le grita al otro: "Eh, Pillo, bájale de huevos aquí con la señorita, ya sabes que aquí el que manda soy yo".
El otro se sentó de nuevo sin quitarme los ojos de encima.
Por un momento, todos los sonidos cesaron y las miradas quedaron puestas en mí. Luego, volvieron todos a su rutina alcoholizada.

Me sentía un poco agitada por el extraño suceso del estacionamiento y miraba de soslayo por las ventanas grasientas pero sólo se reflejaban los rostros hinchados de alcohol de los viejos del lugar y del otro lado, nada, la oscuridad.

Mi 'defensor' se acercó a mí con dos copas de whiskey. Me alargó una y nos sentamos en una mesa vacía.
-Soy Nicanor Estrada, para servirle, ¿qué bello milagro la trajo a este lugar, señorita? Este es un lugar muy feo para usted, vayamos a un sitio más tranquilo.
-Emmm... Creo que no es buena idea, gracias, sólo pasaba a buscar a un amigo pero creo que ya se ha ido. Por cierto, ¿sabe usted quién era el tipo que sacaron a rastras hace un momento?
-Eh... Ah, sí, se llama Jacinto Huerta y vive en este poblado, es un alcohólico empedernido, diario viene su mujer y su hijo mayor a buscarlo alrededor de las 2:00 a.m., a veces se pone violento y tienen que sacarlo los guaruras para evitar más problemas. Es un buen cliente, a pesar de tener antecedentes de asesinatos en otros bares y múltiples peleas en todas partes...
-¿Dice que su mujer lo busca a las 2 a.m. todos los días?
-Sí, siempre viene ella con su hijo Rafa y se lo llevan casi arrastrando, si no fuera por ellos, ese cabrón ya viviría aquí, jajaja...
-¿Sabe si alguien más ha venido alguna vez por él, antes de esa hora?
-¿Porqué tanta pregunta, oiga? ¿Lo conoce?
-No, disculpe. Bueno, me retiro.- Dejé en la mesa 50 pesos, en pago de la copa, y me dispuse a largarme de ahí. "Viejo quisquilloso" pensé.
Escuché tras de mí sus pasos y me detuvo del brazo. Volteé a verlo y en su mirada descubrí que escondía algún secreto que le atemorizaba.
-Dígame, ¿ha visto algo afuera que le ha parecido extraño?
-No, sólo pregunté porque cuando entré vi malherido a ese hombre... y...
Aspiró una última bocanada de su cigarrillo y lo apagó.
-Vamos afuera.

En el estacionamiento, mi coche era el único que permanecía aparcado y todo alrededor estaba oscuro, por lo que supuse que todos los presentes eran habitantes del pueblo y tal vez los sorprendía el amanecer ahí dentro.
Soplaba un viento helado que cortaba la piel como cientos de navajas y silbaba de un modo aterrador. Recordé que en el asiento trasero siempre traía una chamarra pero mejor esperé a que saliera el hombre para poder largarme de una vez. Estaba que me orinaba. Esperé lo que me pareció una eternidad y nada. A mi derecha -por donde se habían llevado al rijoso- escuché unos ruidos que no sabía qué eran, comencé a sentir miedo y el pinche viejo no salía. Me giré hacia las sombras y de reojo alcancé a ver una lucecita que se apagó justo cuando volteé y las ramas se movieron un poco, pero sólo un poco. Nadie.
Sentí el impulso de gritar de miedo pero preferí correr hacia el coche.
¡Maldición! Las llaves se habían quedado en la mesa.
Volví y casi me desmayo cuando para mi sorpresa el lugar estaba ¡vacío!. Estúpidamente vacío. Traté de dominarme para no caer y guardé el grito en mi garganta mientras corría por todo el lugar y temblando buscaba las llaves. Metí de nuevo la mano al  bolsillo del pantalón y ahí estaban. Salí corriendo y afuera ya llovía a cántaros. Lo que quería era irme de ahí, pero la lluvia no me dejaba ver más allá de mis narices. De pronto me encontré en el suelo y mojada hasta los codos.
Maldecí para mis adentros y estaba intentando ponerme en pie, cuando un relámpago iluminó aquello con lo que había tropezado: era una calavera que me sonreía sádicamente, con sus dientes podridos y sus ojos vacíos.
Grité lo más alto que pude y corrí desesperadamente entre la lluvia hasta que me estrellé con el auto y volví a caer. Como pude entré, encendí el motor y pisé a fondo el acelerador, rechinando las llantas y dejando un rastro de humo detrás.
Llegué a casa más tarde de lo esperado. Eran las 4:15 a.m. y aún temblaba, un poco de miedo, un poco de frío.
Al parecer acá no había caído una sola gota. "Maldita lluvia" mascullé y aventé mis botas mojadas al fondo de mi habitación. Oriné y regresé a la cama dispuesta a dormir.

Tuve un sueño bastante agitado y varias veces desperté sudando. Al lado de mi cama, algo se escurrió entre las sombras.

Al día siguiente busqué en internet "Nicanor Parra, localidad de el Grillo, Jalisco". Nada. "Jacinto Huerta...". Lo mismo.
Decidí ir al lugar y no había tal club nocturno. En su lugar se alzaba un mercado y una placita. En una pared del mercado figuraba un escrito donde se asentaba que el Club Nocturno "Manhattan" había sido destruido debido a la serie de acontecimientos sangrientos que ocurrieron en el mismo y el terreno había sido reclamado por el gobierno estatal, después fue utilizado para construir el mercado municipal...
No pude seguir leyendo. Traté de investigar algo con los habitantes del pueblo pero al mencionar los nombres, todos cambiaban de tema o se iban sin responder. Poco supe acerca de don Jaci -así era llamado-, conocido borrachín empedernido de la población pero de carácter alegre y bondadoso, poco supe de su muerte, ocurrida bajo circunstancias anormales y desconocidas...

Esto era demasiado.
Me fui a casa cuando ya la noche pintaba una sonrisa de plata en la Luna.

Esa noche soñé con la calavera del Night Club...

2 comentarios:

Daniel Saborío dijo...

Recorría mi entrepierna con su mano mientras su mirada se perdía entre la niebla de la nicotina. Susurraba algunas frases que no podía entender. El barullo del burdel acentuaba el encanto de aquella mujer.

Vestía de blanco, su cabello era pelirrojo y sus ojos, verdes. Era más pequeña que yo y su cuerpo debió ser esculpido por el artista más obsceno de todo el parnaso.

De cuando en cuando se adornaba las napias con aquel polvillo carmín que sacaba de su bolso.

Estaba sentado tomando una copa de vino y ella estaba sobre mi moviendo las caderas con las manos en mis hombros y la cabeza hacia atrás meneando su cabellera y sacando la lengua.

Comencé a recorrer sus piernas blancas y sedosas comenzando desde los pies enfundados en unas delicadas zapatillas hasta llegar a su cuello. Su mirada se apoderaba de la mía y me acariciaba las mejillas con sus enormes uñas. Me colocó su lengua en mi cuello mientras su mano burlaba la seguridad de los botones de mi camisa y se escurría en mi pecho.

Sus labios recorrieron furtivamente los míos pero alcancé a darles una mordida y ellos alcanzaron a corresponderla. Se alisó el cabello y se descubrió las tetas. Eran pálidas, redondas, cremosas coronadas por un par de puntos rosas que florecían excitados y pedían a gritos ser tocados.

Las acaricié y su cuerpo pareció agradecérmelo. Su cuerpo entero estaba hinchado, sus uñas se apoderaban de mi cuello y sus caderas hacían movimientos trepidantes sobre mi entrepierna.

Deslicé mi mano bajo su ropa, sentí un pubis suave, aterciopelado y enterré mis dedos en aquella marea gelatinosa que inundaba sus muslos. Ella cerró los ojos y se apachurró los volcanes sedosos de sus pechos. Con sigilo me quitó la mano y me chupó los dedos.

Con sumo cuidado colocó su pezón izquierdo sobre mi boca y mi lengua comenzó a acariciarlo después colocó el derecho y mis labios comenzaron a apapacharlo.

Ella deslizó mi bragueta y sacó con maestría la erección que se apachurraba en el pantalón. Con mucha sutileza la colocó en su boca y le dio tres caladas deliciosas. La apachurró con sus hermosas manos y me dijo:

-Vamos a casa, ya me cansé de jugar, quiero retozar en nuestra cama…

Al instante nos levantamos, recorrimos el lugar mientras algunos borrachos nos veían, a ella con lujuria y a mi con desprecio. Yo les regalaba una sonrisa mientras acariciaba los cuartos traseros de mi chica.

Subimos a su coche y ella comenzó a retocarse el maquillaje.

-Maribel, eres un ángel pecaminoso…

-No, sope, esta noche soy La Calavera del Night Club.

Arrancó su coche con una sonrisa macabra.

Mariibeles Esparza dijo...

Woooow :) me gustóooo amor :)