18.8.14

Escote literario


Siempre supe que tenía un escote literario.
Cientos de palabras emanaban y nacían por él y en él.
Una retahíla de lisonjas llenaban sus oídos a diario.
Aprendió centenares de halagos pocofinos y
refinaron otros más, otrora digeribles.

Caudalosos ríos de cumplidos roñosos
atronaban en su pecho.
El ángulo de su blusa era el centro de atención
de aquella ciudad, el escenario de
numerosos tormentos y desamores.

Ella caminaba altiva entre los dragones
y llenaba de corazones rotos los callejones.
En cada paso empuñaba fulgores,
en cada beso se entregaba de mil amores.

Siempre supe que tenía un escote literario.
Gracias a eso, aprendí que hasta el más decente
pierde la cordura ante un escote sugerente.

Siempre lo supe, y me aseguré de ello cuando,
después de una acalorada sesión de sexo,
miré mi reflejo en tu singular espejo.

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